El mal de Chagas es la mayor endemia en la Argentina y afecta a cerca de un millón y medio de personas. Provoca incapacidades físicas y emocionales y genera importantes gastos en el sistema de salud, principalmente por internaciones, trasplantes de corazón y la implantación de marcapasos.
Históricamente, el mal de Chagas lo padecían los habitantes de casas rancho, donde tiene presencia el vector de los países de América Central y del Sur y México. En nuestro país, al vector se lo llama comúnmente «vinchuca». Pero los movimientos migratorios han generado un cambio: el Chagas afecta a la gente de muchas ciudades de América y Europa donde no se encuentran vectores, pero sí personas que migran a las zonas urbanas con sus ilusiones y sus enfermedades.
Tres son las vías por las que este parásito puede llegar al ser humano: a) vectorial, generada por la deyección del vector; b) vertical, las madres infectadas lo pueden transmitir en el embarazo al producto de su concepción, y c) transfusional, si el donante tuviera Chagas.
Cuando aparece la infección, la mayor parte de los niños y adultos no presentan síntomas, lo que dificulta su diagnóstico. Al cabo de 15 a 30 años puede afectar el corazón y el aparato digestivo y provocar distintos grados de invalidez, incluso la muerte, si no es asistido adecuadamente.
Los dos medicamentos para combatir el parásito fueron desarrollados en los años 70 del siglo pasado. Hoy, un laboratorio nacional, Elea, está produciendo el benznidazol. Recientemente, investigadores de la Facultad de Medicina de la UBA han desarrollado el otro fármaco, el nifurtimox. Su efecto es mayor cuanto menor es la edad del paciente que lo recibe. Este dato obliga al sistema de salud a arbitrar medidas de detección y tratamiento en los primeros años de la vida, especialmente en los neonatos.
En nuestro país, la lucha contra esta endemia la realiza el Ministerio de Salud de la Nación a través del Programa Nacional de Chagas, que se ocupa de proveer insumos y capacitaciones al personal de salud. En cada provincia existe un programa que debe garantizar la ejecución de las acciones en su territorio. Actualmente se cuenta con un refuerzo presupuestario para incrementar todas las tareas. Asimismo, es importante el aporte de diferentes ONG, como la Fundación Bunge y Born y Mundo Sano. La educación y la prevención son claves y exigen la intervención mancomunada de la población con las autoridades sanitarias y de educación de los tres niveles.
La lucha contra el parásito se realiza mediante el rociado con insecticidas en las áreas rurales endémicas que aún poseen vectores; también es relevante la vigilancia para la detección de vinchucas que hubieran invadido nuevamente los hogares. Junto a esto se requiere reemplazar las casas de adobe por viviendas de material. Todas estas acciones disminuyen la posibilidad de instalación de las vinchucas en los hogares.
Para erradicar la enfermedad es imprescindible que estas acciones se realicen simultáneamente, porque cuanto mayor alcance tenga la acción preventiva y más precoz sea la detección de la enfermedad, mejores serán sus resultados.
Miembro del Programa Nacional de Chagas y consultor del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez