En el marco del Día Nacional por una Argentina sin Chagas, una enfermedad tropical desatendida, Infobae dialogó con Tomás Orduna, jefe del Servicio de Patologías Regionales y Medicina Tropical del Hospital Muñiz, sobre la importancia de los servicios esenciales, tratamientos y distribución de medicamentos en estos casos.

Más de mil millones de personas -una sexta parte de la población mundial- sufren al menos una de las enfermedades desatendidas u olvidadas, que se concentran sobre todo en África y América Latina, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Más del 70% de los países y territorios afectados por estas enfermedades tienen economías de ingresos bajos o medios-bajos.

Las enfermedades desatendidas son un conjunto de enfermedades infecciosas, muchas de ellas parasitarias, que afectan a las poblaciones que viven en condiciones socioeconómicas de pobreza y que tienen problemas de acceso a los servicios de salud.

A menudo, predominan en climas tropicales y húmedos, son crónicas y tienen efectos perdurables en la salud de las personas. En su mayoría, reciben poca atención y se ven postergadas en las prioridades de políticas de salud pública, sumado a la inexistencia de estadísticas fiables que también han dificultado los esfuerzos por darlas a conocer. La desatención también se produce en el nivel de la investigación y el desarrollo.

En el marco del Día Nacional por una Argentina sin Chagas, una enfermedad tropical desatendida, que se conmemora el último viernes de agosto de cada año, Infobae dialogó con Tomás Orduna, jefe del Servicio de Patologías Regionales y Medicina Tropical del Hospital Muñiz, sobre la importancia de los servicios esenciales, tratamientos y distribución de medicamentos para las enfermedades infecciosas desatendidas en tiempos de COVID-19.

“Una de las características que comparten estas enfermedades es que en términos generales, no han sido atrayentes para la industria farmacéutica. Sabemos que afectan principalmente a las poblaciones más pobres, a comunidades marginales y periféricas, y es justamente por eso que el desarrollo de fármacos no ha estado dentro de su horizonte. Cuando uno piensa en la enfermedad paradigmática, la enfermedad de Chagas, los últimos fármacos que se fabricaron datan de los años sesenta y setenta. Todo lo que se ha hecho desde ese entonces es una suerte de optimización del conocimiento de estos fármacos”, aseveró el especialista.

La época de mayor expansión de la enfermedad fue en los años 80 y 90. Incluso ahí, no generaba mucha atracción para la industria farmacéutica. “Podemos decir lo mismo del micetoma y de por ejemplo algo que no es infectológico pero que forma parte de estas enfermedades y tiene que ver con las mordeduras de serpientes. Hay millones de casos de mordeduras y cientos con algún tipo de daño y secuelas, y sin embargo hay áreas como algunas en el continente africano sin posibilidad de acceder a un antídoto”, detalló Orduna.

De alguna manera, cuenta el infectólogo asesor del Gobierno, en los últimos 15 años “diferentes ONGs -como podría ser a nivel mundial la organización médica y humanitaria Médicos Sin Fronteras, a nivel nacional la fundación Mundo Sano y las instituciones académicas con presencia en el área de enfermedades tropicales- han traccionado, dado visibilidad y realizado diferentes trabajos en pos de tratar de cambiar este rumbo”.

Sobre las principales razones por las cuales reciben poca atención el especialista aseguró: “Básicamente porque son enfermedades de pobres. Si la infección por HIV hubiera sido una infección de la selva amazónica te aseguro que hoy no tendríamos los fármacos que tenemos. Es bienvenido todo lo que pasó, pero el caso del HIV es un modelo muy concreto. Si uno mira el desarrollo de la ciencia en relación al HIV está claro que tuvo que ver con las personas a las golpeó: al corazón de Europa, de Estados Unidos y de Canadá, de las clases medias y altas de los países de vías de desarrollo”.

Muchas de las enfermedades desatendidas pueden prevenirse, eliminarse e incluso erradicarse si, tal y como subraya la Organización Mundial de la Salud, se mejora el acceso a intervenciones seguras y rentables ya existentes.

Según la Organización Panamericana de la Salud, la prevención y el control de estas enfermedades relacionadas con la pobreza requiere un abordaje integrado, con acciones multisectoriales, iniciativas combinadas e intervenciones costo efectivas para reducir el impacto negativo sobre la salud y el bienestar social y económico de los pueblos de las Américas. “Podemos controlarlas y prevenir que los seres humanos se contagien. También se pueden eliminar algunos modelos de transmisión. Es fundamental sostener estos controles en el tiempo”, añadió Orduna.

Consultado sobre los efectos de la pandemia sobre las enfermedades desatendidas, el experto indicó: “Esta es una pandemia que ha golpeado al planeta en su totalidad, con diferentes incidencias y dimensiones. El brote del nuevo coronavirus ha generado -al margen del condicionamiento de la vida humana- un gran riesgo que consiste en desatender enfermedades crónicas o la emergencia de otras situaciones que rompan el estado de salud que debido a la fuerza que tiene el COVID-19 hace que mucha gente no consulte a tiempo o que el mismo equipo de salud se desconecte de esas enfermedades”.

Y agregó: “Lo que va a pasar es que las patologías crónicas que no generan en una consecuencia inmediata en la salud estén desatendidas. Tenemos que recuperar en el imaginario de los equipos de salud el recuerdo de todas las enfermedades”.

En diálogo con Télam Silvia Gold, bioquímica de la Universidad Buenos Aires (UBA), presidenta de la Fundación Mundo Sano y fundadora del Grupo Insud, opinó al respecto: “En este contexto de crisis sanitaria general, una cuestión que a menudo se pasa por alto es el impacto en las enfermedades que ya en la ‘vieja normalidad’ llamábamos desatendidas, aquellas que se ven postergadas en las prioridades de la salud pública porque los afectados, pertenecientes a grupos sociales vulnerables, carecen de influencia política: la más conocida en Argentina es la enfermedad de Chagas”.

Para la especialista, “el efecto sobre estas enfermedades es múltiple. En primer lugar, se reducirá el presupuesto disponible para atenderlas: el coronavirus absorbe buena parte de los recursos, que además pueden disminuir como resultado de la crisis económica. Pero además es probable que, dado el estado de conmoción generado por la pandemia, el espacio de atención en la agenda pública se reduzca todavía más”.

“Sin embargo -advirtió Gold-, las grandes crisis generan también grandes esperanzas. La necesidad es muchas veces el motor del crecimiento. Para construir la ‘nueva normalidad’, la comunidad de salud global y sus socios deberán promover nuevas estrategias que den cuenta de la situación creada por el COVID-19. Y en este marco la hoja de ruta trazada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el período 2020-2030 define una línea de trabajo que desde mi perspectiva resulta apropiada: dejar de lado los enfoques verticales específicos de una enfermedad para desplegar estrategias horizontales, lo que en definitiva implica fortalecer el sistema de atención primaria”.

Infobae – Nota completa

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