Hugo Sigman y Silvia Gold fundaron Grupo Insud, un grupo diversificado en industrias como la farmacéutica, la biotecnología y la producción audiovisual.
¿Cómo un psiquiatra y una bioquímica que escapaban del país formaron uno de los más grandes imperios empresariales argentinos? La respuesta la tiene el padre de ella, o el suegro de él, quien con un préstamo «generoso» ayudó a que Hugo Sigman y Silvia Gold fundaran Grupo Insud durante su exilio en Barcelona. Hoy, la compañía cuenta con inversiones en biotecnología, agronegocios y las industrias farmacéutica y cultural, entre otros sectores.
El padre de Gold fue una figura clave en los primeros pasos de la compañía. Sigman lo describió como «una gran influencia» en su vida y una persona que «jugó un rol decisivo» en su cambio de profesión. Narró: «Cuando llegamos a Barcelona teníamos la situación económica de un joven psiquiatra y una joven bioquímica. Mi suegro nos hizo un préstamo súper generoso de US$ 400.000 y, además, se encargó de viajar conmigo y presentarme a todos sus amigos en Europa, a los que les decía: «Si le das crédito a Hugo, es como dármelo a mí». De esa manera, mi potencial se amplió muchísimo».
Para Gold, en cambio, empezar su proyecto con Sigman fue un paso más en una carrera profesional con un rumbo ya definido. «Para mí el modelo era trabajar en familia -dijo-. Cuando yo empecé en la empresa de mis padres, había toda una jerarquía que había que respetar. El compromiso y el esfuerzo en la empresa familiar era grand
Cuando el proyecto ya estaba encaminado, la bioquímica contó que esas «24 horas juntos» que obligaron al matrimonio a replantear las pautas de convivencia también le dieron a ella muchos beneficios. Explicó que, como tuvo hijos cuando era muy joven, debió combinar el rol de madre con el de empresaria, y que el hecho de trabajar siempre en una empresa familiar le permitió alternar horarios y dividir tareas más fácilmente. «A mí me dio mucha libertad para manejar los tiempos. Pude hacer una carrera con mucha más prioridad puesta en lo profesional», apuntó.
Dentro de esas «24 horas» pasó de todo, narró Gold. «A la 1 de la mañana, Hugo me despertaba para preguntarme si un cliente había pagado, y no había computadora en esa época. Una vez, el día de nuestro aniversario de casamiento, él estaba en Colombia arreglando un lío de un embarque de amoxicilina. Me suena el teléfono a las 7 de la mañana y yo pensé: «Qué amor, cómo se acordó». Lo atiendo, ilusionada, y me dice: «Anotá. Tenés que llamar a Gabriel para que te mande la copia de…». Bueno, cuando terminó le recordé que era nuestro aniversario y lo felicité», relató entre risas.
Hace poco más de una década, llegó el momento de ceder la conducción de la compañía a uno de sus hijos, Leandro. «Él es economista y empezó a trabajar a los 18. Pasó por toda la empresa y conoce los detalles más elementales. Fue visitador médico, se cambió el apellido para que no lo reconozcan, trabajó como repositor en un supermercado, vivió en Australia y Estados Unidos», describió Sigman.
La sucesión fue «un proceso complejo» para él. Al principio la distancia fue útil: «Yo tenía conciencia de que tenía que dejarle a mi hijo el lugar y, de hecho, los primeros cuatro años, él estuvo en España y Silvia y yo nos fuimos a vivir a Suiza, porque yo no quería estar en el mismo lugar, porque sabía que la gente se iba a referenciar más conmigo que con Leandro». A su vez, el psiquiatra contó que se «enojaba interiormente» cuando su hijo le preguntaba algo de la compañía a otra persona. «A pesar de que yo estaba en Suiza, Leandro sentía mi aliento en su nuca permanentemente», detalló. «En esos años difíciles con mi hijo, me quería descargar y lógicamente lo hacía con mi mujer, pero nunca encontraba solidaridad en Silvia porque yo le hablaba mal de Leandro y ¡ella es la mamá de Leandro!», recordó Sigman.
Más allá del inicio un tanto complicado, el matrimonio logró transformar la sucesión en algo positivo: «Yo me sentía con ganas de trabajar y tenía muchas asignaturas pendientes en mi vida. Me volqué al campo de la actividad cultural y a la biotecnología, empecé a desarrollar actividades que satisficieran mis aspiraciones. Lo que para mí fue un trauma al principio se transformó en una oportunidad de vida extraordinaria», expresó. De ese modo, la sucesión fue la «culpable» de que el Grupo Insud se diversificara y agrandara su tamaño.
Gold también recordó la sucesión y dijo que le costó «mucho menos», porque mientras su marido ocupaba el rol de «conductor» de la compañía, ella fue buscando su propio espacio: la Fundación Mundo Sano, que crearon su padre y ella continúa hoy. «Creo más en los valores que en la genética. Considero que lo que une a una familia es la comunidad de valores», reflexionó la bioquímica.
Para terminar, el matrimonio recordó un momento en el que les hicieron una oferta para comprar Grupo Insud. «Nos reunimos con nuestros tres hijos y ellos nos dijeron que tenían una identificación con la compañía y que preferían no venderla», narró Sigman con orgullo, y Gold concluyó: «Si no la siguen los hijos, la compañía no tiene futuro. Ese día nos quedamos contentos, porque que la empresa continúe es una gran alegría».
La difícil tarea de la sucesión
Hugo Sigman
«Yo tenía conciencia de que tenía que dejarle a mi hijo el lugar y, de hecho, los primeros cuatro años, él estuvo en España y Silvia y yo nos fuimos a vivir a Suiza, yo no quería estar en el mismo lugar»
Silvia Gold
«Creo más en los valores que en la genética. Considero que lo que une a una familia es la comunidad de valores […] Cuando yo empecé en la empresa de mis padres, había una jerarquía que había que respetar. El compromiso y el esfuerzo en la empresa familiar era grande»
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