Lo comprobó un estudio científico en chicos de 10 años. En qué otros problemas del planeta ya saben las ciencias que pueden aportar

“Niño, que eso no se dice. Que eso no se hace. Que eso no se toca”, escribió Joan Manuel Serrat en su popular canción Esos locos bajitos. Desde siempre los padres han tratado de proteger la vida de sus chicos y dar consejos para prevenir enfermedades o accidentes. Pero a veces no resulta fácil encontrar un equilibrio entre poner límites saludables o ponerse en el papel de director de sus vidas. ¿Y qué pasaría si fuera al revés y los padres pudieran aprender también a cuidar su salud a partir de lo que les enseñan sus hijos?

Un equipo de investigadores de diferentes disciplinas que trabajan en instituciones científicas y universidades de la Argentina y España hicieron un experimento social y encontraron que  los chicos de 10 años pueden enseñar a sus padres a prevenir la infección por el virus del dengue tan bien como lo hace un experto profesional. Mientras enseñan, confirmaron que los chicos también aprenden.

En el continente americano, cerca de 500 millones de personas están actualmente en riesgo de contraer dengue, según la estadística de la Organización Panamericana de la Salud. Para reducir el riesgo de ser picado por el mosquito que transmite el dengue, hay que eliminar los lugares que sirven de criaderos, como macetas, botellas u otros recipientes que puedan recolectar agua, entre otras acciones.Pero los adultos no siempre adoptan las recomendaciones al pie de la letra.

El equipo de científicos, que trabajan en el Conicet, el Instituto de Educación de la Universidad Nacional de Hurlingham, el Laboratorio de Neurociencia y de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella, el Instituto de Investigación en Ciencias de la Computación de la Universidad de Buenos Aires, la Fundación Mundo Sano, y de la Facultad de Lenguas y Educación, Universidad Nebrija, en Madrid, España, quisieron indagar si los niños podían ser divulgadores y ser parte de una estrategia efectiva de comunicación sobre la información para prevenir el dengue.

“Nos preguntamos cuán efectivos eran los niños como educadores en salud, y si aprenden mientras enseñan”, contó a Infobae la doctora en psicología María Julia Hermida y una de las autoras del trabajo que fue publicado por la revista especializada de la Sociedad Estadounidense de Medicina Tropical e Higiene.

“Se sabe que un adulto que enseña también aprende porque durante las clases recibe preguntas y comentarios que lo obligan a profundizar más. Hicimos la investigación para ver qué pasaba con los chicos”, comentó Hermida. Generalmente, se hacen charlas con expertos en biología o en medicina para concientizar a la gente sobre el dengue y su propagación. Con un enfoque interdisciplinario, los investigadores evaluaron cuán efectivas eran las charlas para chicos y buscaron saber si tienen un potencial para expandir la buena información y cambiar hábitos de la sociedad.

En el estudio, participaron en total 142 niños de 6 escuelas y 97 padres de la ciudad de puerto Iguazú, en la provincia de Misiones, Argentina, que es un área endémica del dengue. Al comienzo, las niñas y los niños escucharon una charla con un experto sobre la infección y se evaluó cuánto aprendieron. Luego se dividió a los chicos en cuatro grupos. Un grupo pasó a otra sala y les propusieron hablar sobre un tema diferente al dengue. El segundo grupo de chicos se pusieron a leer un folleto sobre dengue. El tercero recibió la consigna de contarle a sus padres qué había escuchado en la charla sobre el dengue. El cuarto grupo recibió la misma consigna, y recibió un folleto sobre la infección que tenía información similar a la de la charla. Lo podía usar para contar a sus padres lo aprendido.

Después de la división en grupo, los chicos completaron un formulario con preguntas sobre dengue. Un mes después, otra vez aceptaron otro formulario que permitió evaluar la retención de información a largo plazo. “El grupo de chicos que les enseñaron a sus padres y contaron con un folleto fue el que más recordó. Ese grupo se diferenció estadísticamente. Esto sugiere que enseñar con una guía para hacerlo como un folleto protege del olvido de la información», precisó Hermida.

Pero la investigación siguió adelante con los padres. Los científicos quisieron corroborar si los chicos habían sido buenos divulgadores en salud. Invitaron a otro grupo de padres a participar en el estudio. Un grupo de padres asistió a una charla por experto profesional sobre infecciones por parásitos, un tema diferente al dengue. Otro grupo recibió la charla de su hijo sin folleto sobre dengue y otro la escuchó a partir de su hijo con el folleto. Hubo un cuarto grupo que accedió a una charla por un experto profesional sobre dengue.

¿Qué resultados tuvieron? «Los grupos de padres que recibieron charlas por parte de sus hijos tanto como los que escucharon a un profesional sobre dengue rindieron igual cuando después tuvieron que responder el cuestionario para verificar sus conciemientos sobre la enfermdad», comentó Hermida. «El resultado sugiere que los chicos puedan enseñar tan bien como un experto si le damos lugar. Hay un potencial muy grande en los chicos. No siempre los adultos tienen que ser los que comunican medidas de prevención”, resaltó.

Tras publicar el estudio sobre los chicos como educadores en salud sobre dengue, los científicos de Argentina y España aconsejan que se hagan charlas con expertos para las infancias y dar folletos. Además, se puede sugerir a los chicos que cuenten lo que escucharon a sus familias.“Es importante transferir el rol y empoderarlos”, comentó Hermida, quien resaltó que se trata de una estrategia de bajo costo para contribuir a la prevención de una enfermedad que se expandió notablemente durante la última década en el continente americano. En el estudio también colaboraron los científicos Agustín Perez Santángelo, Cecilia Inés Calero, Carolina Goizueta, Manuel Espinosa, y Mariano Sigman.

“Es interesante el estudio sobre los chicos que al enseñar aprenden sobre dengue. Hay otros trabajos que también han demostrado que las niñas y los niños pueden ser agentes multiplicadores del conocimiento. Son pequeños enseñantes en sus hogares o en el barrio de contenidos operativos sobre medidas de prevención sencillas”, comentó a Infobae Agustín Aduriz-Bravo, doctor en didáctica de las ciencias experimentales investigador del Conicet y la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, quien no participó en el trabajo.

Este investigador también sigue el tema de la educación formal y no formal en relación a la salud. “Hemos realizado trabajos en los cuales les proponemos a los chicos que cuenten lo enseñado sobre enfermedad de Chagas y otros problemas de salud pública para explicarle a la mamá a través de un texto u oralmente durante la clase. Nuestra aproximación busca que los chicos reciban información sobre las enfermedades en relación con el ambiente que los rodea”.

Se han publicado otras investigaciones en otros países que dan cuenta de que los niños pueden ser grandes divulgadores en ciencias, salud y ambiente. “En matemática y en lengua, hay pruebas de que los niños pueden enseñar bien a sus pares”, comentó la doctora Hermida. En 2001, un estudio de la Universidad de Columbia corroboró que los chicos podían aprender recomendaciones sobre los cuidados sobre el asma y enseñar tan bien que mejoraba el control de la enfermedad en sus padres.

También se ha encontrado que si reciben información actualizada pueden influir en que los padres estén más preocupados por la crisis climática del planeta. En 2019, Danielle Lawson, del departamento de manejo de parques, recreación y turismo de la Universidad del Estado de Carolina del Norte en los Estados Unidos, con un equipo de investigadores demostró que los chicos podrían enseñar bien a sus padres sobre las explicaciones del cambio climático. Los padres de los niños que habían recibido información expresaron mayores niveles de preocupación por el cambio climático que los padres del grupo de control.

Los efectos fueron más intensos entre los padres varones y los padres conservadores, quienes mostraban los niveles más bajos de preocupación por el clima antes de la intervención. Las hijas parecieron ser más eficaces a la hora de influir en los padres. “Nuestros resultados sugieren que el aprendizaje intergeneracional puede superar las barreras que dificultan la creación de la preocupación por el clima”, escribió el grupo de científicos en la revista Nature Climate Change.

La humanidad está enfrentando graves problemas como la crisis climática y su impacto en la salud, con más epidemias de dengue y zika o la pandemia del coronavirus. Viejas enfermedades -como la de Chagas- aún persisten, pero con poca atención. Quizá si las niñas, los niños y los adolescentes fueran más escuchados en las familias y en lugares de decisión de política públicas sanitarias y ambientales podrían aportar más y participar en la construcción de su futuro. Las ciencias ya tienen evidencia de que los chicos enseñan bien.

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