Con 50.000 o 60.000 personas afectadas, España es el segundo país no tropical con más casos de Chagas del mundo detrás de EE UU, afirma Pedro Albajar, brasileño de origen español que dirige el programa de control de esta enfermedad de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La enfermedad es endémica de la zona ecuatorial y tropical de Sudamérica. Pero “muchos países endémicos tienen menos casos que España”, afirma Albajar. Es el resultado de la facilidad de los transportes, que hace que el grupo general en que se engloba esta infección transmitida por un insecto, el de las enfermedades tropicales desatendidas (NTD en inglés), pierda rigor en su denominación. “Lo de tropical se refiere al origen, porque dónde aparezca una enfermedad depende de dónde aterrice el próximo avión”, sentencia.

Ante esta situación —que no es exclusiva de España— “el desafío de Europa es darse cuenta de que no solo recibía la enfermedad, sino de que esta empieza a transmitirse”, añade Albajar. De hecho, a diferencia de EE UU, en el Viejo Continente no existen los insectos que transmiten la enfermedad, una especie de chinches llamadas vincuchas en los países andinos, y las transmisiones son de madre a hijo o mediante transfusiones de sangre (aunque los protocolos para este último caso se han reforzado y ahora se analizan las transfusiones).

La propagación no es solo fuera de las regiones afectadas. El responsable de la OMS apunta al problema creciente en las grandes ciudades latinoamericanas, como São Paulo, Buenos Aires o Caracas, adonde llegan personas infectadas de otras zonas. “Solo en São Paulo trabajan 200.000 bolivianos en la industria textil. Si se considera una prevalencia del 15%, puede haber 30.000 personas con el parásito del Chagas”, dice.

Albajar zanja el asunto del fin de las fronteras para estas enfermedades con un argumento demoledor. “Espero que con el ébola haya quedado claro. Cualquier problema de salud está en la otra punta del planeta Tierra en cuestión de horas”.

Si la tropicalidad de la denominación ha quedado desfasada, afortunadamente el significado del otro apelativo, el de que son enfermedades desatendidas, empieza a decaer. Y eso que el nombre fue un hallazgo, advierte Albajar. “En 2000, cuando se establecieron los Objetivos del Milenio, solo se hablaba de malaria, tuberculosis y sida. En 2005 se acuñó el nombre actual. Se barajó el de ‘enfermedades de población desatendida’, pero ningún país lo iba a aceptar porque implica que no trataban bien a sus habitantes”. Al final, la lista quedó en 17 enfermedades que no solo “afectaban a poblaciones pobres, sino que las anclaban en la pobreza”.

Al ponerlas en la lista, se han registrado grandes avances. Albajar destaca que “hay dos que están a punto de ser erradicadas”. “De la dracunculiasis o enfermedad de la lombriz de Guinea se dan menos de 200 casos al año. De la enfermedad del sueño por primera vez hemos bajado de 5.000”, afirma. Cada año “hay avances importantes”. El alto ejecutivo de la OMS tiene claro que es una cuestión de cooperación, y que esta no puede aflojar. “Si no, puede haber retrocesos”.

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