Dos millones de argentinos usan tres meses al año para buscar agua (entre tres y seis horas diarias); expresado en dinero ese tiempo equivaldría a unos $28.500 (tres salarios mínimo vital y móvil). Un millón no tiene baño, letrina ni pozo.
El 22% de los 44 millones de habitantes no tiene acceso a la red pública de agua y cuatro de cada diez no tienen cloacas. Por supuesto, estas situaciones impactan en la salud pública provocando, en particular, cuadros de parasitosis que afectan, especialmente, a los niños.
Las cinco provincias que viven las situaciones más críticas de acceso a agua de red son Santiago del Estero , Formosa , Tierra del Fuego , Salta y Chaco . En el caso de hogares sin cloacas las más complicadas son Chaco; Formosa; Salta; Tierra del Fuego y Misiones.
Los datos se desprenden de un trabajo colaborativo realizado por profesionales de la Universidad de Buenos Aires; la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), la Universidad Nacional de Quilmes, la Universidad Católica de Córdoba, l a ONG Sed Cero, y de los institutos nacionales de Tecnología Industrial (Inti) y de Tecnología Agropecuaria (Inta).
Florencia Iacopetti, gerenta programática de la Fundación Avina y coordinadora de Sed Cero, explica a LA NACION: “Hay un desafío enorme en acceso al agua y al saneamiento; el problema requiere soluciones combinadas, no hay una sola que se pueda extrapolar porque hay características particulares como el suelo, los regímenes de lluvia y cuestiones sociales y culturales”.
Admite que “hay avances” con el Plan Nacional del Agua -instrumentado por el gobierno nacional a través del Ministerio del Interior- pero que hay que complementar las soluciones en las zonas rurales más aisladas. El programa incluye inversiones por US$40.000 millones (incluye trabajos del Plan Belgrano en el área); desde el inicio de la gestión -según datos oficiales- se terminaron 340 obras de agua y cloacas; hay 263 en ejecución y 61 en proceso licitatorio.
“Es uno de los objetivos prioritarios de inversión de este gobierno para mejorar la calidad de vida de todos los argentinos. Se trabaja en todo el país y en particular en el norte (Plan Belgrano) donde hay un déficit significativo en infraestructura. Con estas obras la gente vive mejor, se reducen las enfermedades”, dice Pablo Bereciartua, secretario de Recursos Hídricos. El objetivo es que en 2023 el 100% tenga agua potable y el 75% acceso a una cloaca y a plantas de tratamiento de efluentes.
En La Candelaria, 300 kilómetros al norte de la ciudad de Santiago del Estero , los 500 vecinos que viven dispersos en el pueblo lograron resolver parte del problema con un centenar de cisternas de fibrocemento que ellos mismos construyeron en el marco de una iniciativa de Sed Cero con el financiamiento de Danone.
A María Luna y su familia la cisterna les cambió la vida; con sus hijos caminaban 14 kilómetros para traer agua del río. Usan el agua del tanque -que se llena con lluvias- sólo para beber para que dure más. A la noche, cuando vuelve de trabajar, su marido acarrea en moto bidones de 20 litros. En pleno Chaco Salteño en verano las temperaturas superan con comodidad los 40 grados.
Los expertos que participaron del estudio -que derivó en una “plataforma del agua” que sirve como herramienta de gestión- coinciden en que en las zonas rurales hay que trabajar en “innovación social”; lograr que las comunidades se apropien de las soluciones y las administren. “Los ‘enlatados’ no suelen funcionar y se terminan viendo ‘elefantes blancos’ desde la ruta y la gente que sigue sin agua”, apunta Iacopetti.
En un territorio extendido y de baja densidad poblacional como el argentino, insisten que a la par del plan nacional hay que diseñar soluciones descentralizadas (cisternas; canalización de agua de río, perforaciones).
Salud en riesgo
A 135 kilómetros de la ciudad de San Juan , sobre la ruta nacional 141, las mujeres y chicos mendigando agua potable con bidones ya son parte del paisaje. Terminó naturalizándose una situación angustiante. En el pueblo La Planta viven unas 350 personas que llevan 10 años sin agua. Hace unos meses Obras Sanitarias Sociedad del Estado (Osse) de esa provincia anunció que se halló una fuente subterránea a siete kilómetros y que con una inversión de $85 millones en una perforación podrán abastecer al pueblo.
Susana Roldán, médica de la ONG Una Gota de Salud -trabajan en el norte cordobés, en la zona de las salinas, donde hay pozos de agua- explica que la gente “acumula el tachos, pero la calidad no es la mejor” por lo que diagnostican mucha parasitosis. “Es una patología muy frecuente que colabora con el bajo peso y la desnutrición. Es una batalla interminable por la no potabilización del agua”.
La coordinadora científica de Mundo Sano e investigadora del Conicet, Victoria Periago, señala que además del acceso al agua está el problema de las aguas contaminadas, por ejemplo, con arsénico. “En Formosa, Chaco, Misiones y Salta, donde trabajamos, hay pozos contaminado, salados; las comunidades colectan agua de lluvia o compran agua, pero la acumulación no es cuidada”.
“Hay problemas de calidad y disponibilidad de agua y también de no tener ni letrinas -continúa-. Se abre un ciclo de transmisión de enfermedades que tiene un impacto importante sobre la salud pública; hubo una campaña efectiva que promovió lo más básico, que es el jabón para lavarse las manos pero hay miles que no tienen el agua”.
Iacopetti ratifica que el acceso al agua es un derecho humano y, como tal, la responsabilidad última es del Estado. “Pero a veces solo no puede, las alianzas multisectoriales son importantes. Desde la sociedad civil se puede complementar su tarea con conocimiento, recursos y tecnologías para acelerar y el proceso”.
Desarrollo
El crecimiento y desarrollo territorial van de la mano con el acceso al agua; sin ella no hay posibilidad de que las comunidades más apartadas puedan criar sus animales o tener huertas, dos de las economías más frecuentes en esas zonas.
En El Abra -salinas cordobesas- Leticia Capdevilla explica que “no crece nada; no hay con qué cuidar lo que se siembra; a duras penas le damos agua a los animales”. En esa zona de la provincia los indicadores de pobreza duplican la media de Córdoba.
Para los expertos el agua es un “habilitador de desarrollo”. Por eso la primera tarea es llevarla a las comunidades e, inmediatamente, trabajar en programas de emprendimiento con la gente. Explican que el tipo de acceso (canilla comunitaria, cisterna en el propio lote) es directamente proporcional a las posibilidades de desarrollo. “Mientras más se aleja de la familia, más grande la brecha”, gráfica Iacopetti.