Cada 28 de septiembre se celebra el Día Mundial contra la Rabia en conmemoración del aniversario del fallecimiento de Louis Pasteur, quien desarrolló la primera vacuna contra esta enfermedad. Los logros que ha alcanzado este científico, uno de los más grandes que tuvo la humanidad, han permitido enormes avances en materia de salud pública, y fueron en gran medida los que posibilitaron el control y la disminución de la rabia a nivel mundial.

Aun así, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se estima que alrededor de 60.000 personas mueren por año como causa de esta enfermedad, principalmente en Asia y África. En la Argentina, gracias a una campaña de vacunación masiva en la provincia de Buenos Aires, territorio de mayor densidad de población del país, se logró controlar el contagio de animales domésticos a partir de 1984.

En la última década solo se contabilizan alrededor de 30 casos dentro del territorio nacional y, de acuerdo con cifras del Ministerio de Salud de la Nación, tenemos que remontarnos a 2008 para encontrar la última muerte humana, provocada por el incumplimiento del protocolo de vacunación indicado para el tratamiento. Asimismo, en provincias como Jujuy, Salta y Formosa, por su cercanía a regiones con focos de la enfermedad todavía se registran casos de rabia en otras especies de animales silvestres como murciélagos y zorros, y en animales de producción como bovinos y equinos.

La rabia, considerada una zoonosis -enfermedades que son transmitidas al ser humano por los animales- es causada por un virus que afecta a los animales domésticos y salvajes. Al encontrarse concentrado en la saliva, el contagio suele darse a través de las mordeduras. Una de las características más importantes de la rabia a tener en cuenta es que se trata de una de las pocas enfermedades infecciosas que puede llevar a la muerte. Una vez que se desarrollan los síntomas de afectación del sistema nervioso central, ya no queda posibilidad de tratamiento y se vuelve letal en un 100%.

Los aportes de Pasteur y su vacuna cobran entonces una enorme importancia, ya que no solo sirve como método preventivo, al inmunizar a los animales y a las personas, sino que también funciona como único tratamiento para esta enfermedad.

En la Argentina, la ley 22.953 establece la obligatoriedad de la vacunación contra la rabia en los perros y gatos domésticos una vez por año. Se trata de la mejor forma de control y protección para los animales y las personas, ya que protege a las mascotas ante la posibilidad de exposición a la enfermedad a través de los animales salvajes, y se neutraliza la potencial transmisión a los humanos.

Este último punto tiene una mayor trascendencia en un año como el 2020, en el cual otra zoonosis como el coronavirus puso en vilo al mundo entero y produjo una crisis mundial sin precedentes. Esto nos presenta dos aspectos importantes a considerar, por un lado, la importancia de continuar las campañas de concientización y vacunación de otras enfermedades zoonóticas y, por otro, refuerza el valor del enfoque intersectorial «Una salud», que impulsa la Organización Mundial de la Salud, mediante el cual se manifiesta que la salud humana y la sanidad animal son interdependientes y están vinculadas a los ecosistemas en los cuales coexisten.

Por esta misma razón, la erradicación de la rabia debe ser un esfuerzo conjunto del sector público para crear conciencia y educación, y continuar articulando las campañas de vacunación; del sector privado para continuar en la investigación, desarrollo y producción de vacunas de calidad; y de toda la comunidad para seguir las medidas de prevención y tenencia responsable de animales de compañía.

Nota de opinión de Jorge Bolpe – Miembro del Comité Científico de la Fundación Mundo Sano

La Nación – Nota completa

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